El final de los 90 (del siglo XX) y el inicio del XXI fue el momento de las point-and-shoot, es decir, las cámaras compactas de “apuntar y disparar” sin óptica intercambiable. Funcionalidades como el autofoco o el arrastre automático de la película ya se daban por sentado y la carrera por conseguir el mercado masivo se centraba en bajar el precio al máximo.
En el segmento de las cámaras de lujo también se libraba una batalla muy interesante. Las grandes marcas fabricaban cámaras compactas dirigidas a los los fotógrafos apasionados, los profesionales que necesitaban un segundo cuerpo ultraligero con prestaciones de primer nivel y a los que no eran tan ricos como para permitirse una Leica. En esa liga se encuentra la Ricoh GR1s, probablemente la mejor compacta que se hizo en la historia antes de la explosión de las digitales. Una auténtica leyenda.
Pensada para ser imbatible
Introducida en el mercado en 1996, sin duda alguna el punto más fuerte de la cámara es su óptica angular de 28mm, una lente soberbia que introducía dos nuevas capas en sus siete elementos y ofrecía un rendimiento excepcional en nitidez y contraste. Su cuerpo de tamaño bolsillo incorporaba pantalla LCD retroiluminada, diversos modos de enfoque (incluyendo el bloqueo de sujeto), control de la apertura, compensación de la exposición, un potente flash y un fotómetro matricial capaz de clavar la exposición en cualquier situación imaginable, desde contraluces a cielos nublados o interiores mal iluminados.
Otra de sus características era que precarga toda la bobina antes de empezar a disparar. Las fotos expuestas se enrollan de nuevo en el carrete de película. Esto tiene dos ventajas principales: por un lado, apura al máximo la película, añadiendo hasta 3 o 4 instantáneas más a cada carrete. Por otro lado, las fotografías expuestas quedan protegidas frente a cualquier apertura de la cámara accidental. ¡Adiós a los carretes velados!
La perfeción tiene un precio
Con un cuerpo metálico de aleación de magnesio que se puede manejar con una sola mano, se trata de una cámara perfecta para street photography, cuando lo más apreciado es la capacidad de reaccionar rápidamente y pasar lo más desapercibido posible. Fotógrafos excepcionales como el japonés Daido Moriyama realizaron algunos de sus proyectos más icónicos con una Ricoh GR1 analógica (siempre es una delicia recuperar la obra de Moriyama en los barrios tokiotas de Kabukicho e Ikebukuro). Hoy, la Ricoh GR1 se siguen usando en proyectos especiales, como el retrato de la Barcelona negra de Noemí Elias Bascuñana.
Hay que tener en cuenta, sin embargo, que estamos hablando de cámaras que se consideran casi perfectas. La Ricoh GR1s y sus modelos hermanos (la GR1 y la GR1v) se lanzaron con un precio premium en su momento y hoy han recuperado prácticamente su valor inicial en el mercado de segunda mano. Ha sucedido lo mismo con algunas de sus competidoras de la época como fueran las Contax T2 (un bicho de otro pelaje) o las Olympus Mju II de 35mm.
El hype es comprensible porque tienen un estatus de culto y sencillamente no existe nada mejor para disparar en película analógica y divertirse sin necesidad de ser un “experto”. Esto ha motivado que estrellas rutilantes de Hollywood y grandes influencers se dejen ver estos días con estas cámaras, y encontrarlas en el mercado se ha vuelto cada vez más difícil. Esta es una rara oportunidad.
